Por Fernando Fernández Blanco. Presidente de UCETAM
¿Qué significa ser laico en 2019? ¿Son las cooperativas de enseñanza laicas ahora mismo? Creemos que son dos buenas preguntas en los alterados tiempos actuales. Empecemos por contestar a la segunda para ir de lleno a la primera. La neutralidad política y religiosa que define la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) en su última reformulación de principios en 1995, creemos que podría estar emparentada con el laicismo actual. Y, de hecho, si sondeamos el sentir y proyectar del cooperativismo de enseñanza ahora mismo en nuestro territorio, casi la característica que con más sentido común y unidad definiría el proyecto educativo de nuestros centros podría ser esa: somos, nos consideramos, proyectamos un determinado laicismo en, por y para nuestro entorno. Desde luego también deberíamos añadir que como cualquier institución secular… quizá también estamos lejos de ese ideal laico. Y vamos ahora por lo tanto a la primera pregunta. Un primer compromiso laico hoy en día podría ser con la verdad, basada en la observación y la evidencia y no en la simple fe. Si tenemos fe en algún relato, reconocemos que eso no implica certeza ni, por supuesto, verdad. Y además la verdad no está en ninguna persona o libro en concreto, sino repartida o dispersa, y su búsqueda es tan agotadora como necesaria.
Un segundo compromiso podría ser una mezcla de respeto, compasión y humor. Respeto al sufrimiento, quizá núcleo argumental de la vida en este planeta y eterna asignatura pendiente en nuestro día a día. Entendimiento de la compasión, no como sinónimo de lástima, que de eso no estamos hablando, sino como acompañamiento y solidaridad en el dolor de los otros, estamos aquí en un terreno más político que empático, más real que ideal. Y humor… si entendemos éste como humildad, con saber reírnos de nosotros mismos y poner un poco de distancia con relatos que compartimos y a veces son tan necesarios como vacuos.
Finalizaríamos con una segunda tripleta, ser laicos significa ser valientes para intentar la cuadratura del círculo: luchar por la igualdad y la libertad. Igualdad en el sufrimiento con todos, en el saber, provenga de donde provenga y sin ningún tipo de jerarquía. Libertad… para por encima de todo pensar, investigar y experimentar, no conceder ni dejar en manos de nadie nuestra búsqueda. La historia moderna ha demostrado que individuos valientes, dispuestos a admitir su ignorancia y plantear preguntas esenciales, son aquellos que tienen más posibilidades de crear sociedades pacíficas y prósperas.
Por todo lo expuesto, una educación laica ahora mismo nos parece que es no aquella que enseña a los niños a no creer en Dios y a no participar en ceremonias, sino la que les enseña a distinguir entre búsqueda de verdad y creencia, la que desarrolla solidaridad con los que sufren y la que quiere apreciar la sabiduría de lo que fuimos, somos y seremos.
En suma, la que les impulsa a pensar libremente sin temor a lo desconocido y la que como resultado final aspira a ser responsable de uno mismo y en cuota alícuota a la mejora de este mundo.